• Revista Internacional de Investigación en Adicciones 2023 Vol. 9 (2)
  • ISSN versión impresa: 2448-573X
  • ISSN en línea: 2448-6396
  • DOI: 10.28931/riiad.2023.2.09
  • Fecha de recepción: 30 de junio de 2023
    Fecha de aceptación: 27 de julio de 2023

Artículo original

Consumo de marihuana y violencia filioparental en adolescentes

Pedro Moisés Noh-Moo 1 , Manuel Antonio López-Cisneros 2 , Lubia del Carmen Castillo-Arcos 3 , Sylvia Claudine Ramírez-Sánchez 4 , Jesica Guadalupe Ahumada-Cortez 5 , Miguel Ángel Villegas-Pantoja 6

1 Instituto Mexicano del Seguro Social, UMF 12, Ciudad del Carmen, Campeche. Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad Autónoma del Carmen.

2 Instituto Mexicano del Seguro Social, Hospital General de zona de Medicina Familiar núm. 4, Ciudad del Carmen, Campeche. Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad Autónoma del Carmen.

3 Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad Autónoma del Carmen.

4 Instituto Mexicano del Seguro Social, Centro Médico Nacional Siglo XXI, Ciudad de México.

5 Facultad de Enfermería Mochis, Universidad Autónoma de Sinaloa, México.

6 Facultad de Enfermería de Nuevo Laredo, Universidad Autónoma de Tamaulipas, México.

Autor de correspondencia: Pedro Moisés Noh Moo. Av. Central s\n. esq. Fraccionamiento Mundo Maya. C.P. 24153, Ciudad del Carmen, Campeche, México. Tel. +52 (982) 1321306. Correo electrónico: moises_3192@hotmail.com

Abstract

Introduction: marijuana use has repercussions among members of the family nucleus; it is related to child-to-parent violence due to the neurological and behavioral effects that it originates in the adolescent, which can trigger violent behavior of sons and daughters towards the father and mother.

Objective: to analyze the relationship between marijuana consumption and child-to-parent violence in high school adolescents.

Method: correlational study in 318 high school adolescents of both sexes, between 14 and 19 years old. The instruments used were a Sociodemographic File and the Conflict Tactics Scale (CTS2), programmed on the Microsoft Forms platform.

Results: there is a positive relationship between marijuana use and verbal and economic violence towards both parents (p < .05). The Multiple Linear Regression Model, it was significant (p < .05) on the verbal and economic violence towards both parents.

Discussion and conclusions: marijuana consumption in adolescence is a risk to the health of adolescents and family parents. It is proposed to design early care strategies in the family core, with emphasis on the prevention of marijuana use or misuse and the different types of child-to-parent violence.

Key words: marijuana, child to parent violence, adolescent.

Resumen

Introducción: el consumo de marihuana tiene repercusiones entre los integrantes del núcleo familiar, se relaciona con la violencia filioparental debido a los efectos neurológicos y conductuales que origina en el adolescente, lo que puede desencadenar comportamientos violentos de hijos e hijas hacia el padre y la madre.

Objetivo: analizar la relación del consumo de marihuana sobre la violencia filioparental en adolescentes de preparatoria.

Método: estudio correlacional en 318 adolescentes de preparatoria de ambos sexos, entre 14 y 19 años de edad. Los instrumentos utilizados fueron la Cédula de Datos Sociodemográficos y la Escala Táctica de Conflicto (CTS2), programados en la plataforma Microsoft Forms.

Resultados: existe relación positiva entre el uso de marihuana y la violencia verbal y económica hacia ambos progenitores (p < .05). El Modelo de Regresión Lineal Múltiple se mostró significativo (p < .05) sobre la violencia verbal y económica hacia ambos progenitores.

Discusión y conclusiones: el consumo de marihuana es un riesgo para salud del adolescente y de los padres de familia. Se propone diseñar estrategias de intervención temprana en el núcleo familiar, con énfasis en la prevención del uso o abuso de marihuana y los diferentes tipos de violencia filioparental.

Palabras clave: marihuana, violencia filioparental, adolescente.

INTRODUCCIÓN

El consumo de marihuana es una de las problemáticas de salud pública de especial interés debido a las repercusiones que genera en la salud del consumidor, su familia y la sociedad. Los análisis estadísticos a nivel mundial la reportan como la sustancia psicoactiva ilegal con mayor tasa de consumo, y es durante la adolescencia cuando se reportan las mayores prevalencias de uso y abuso (Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito [UNODC], 2022).

En 2022, la UNODC documentó que los adolescentes de 15 a 16 años presentaron mayor consumo de marihuana (5.8%) respecto a la población adulta (4%; UNODC, 2022). Existe evidencia de que la región de América del Norte reporta mayores tasas de consumo en estudiantes de 15 a 16 años (9.5%) y de 16 a 17 años (30.7%), en comparación con otras subregiones de América (National Institute on Drug Abuse [NIDA], 2023; UNODC, 2022). En México, las principales encuestas indican que el inicio del consumo de drogas ilegales se presenta antes de los 18 años y reportan a la marihuana como la droga más usada por los adolescentes (5.3%), la cual prevalece en los hombres (5.8%) en comparación con las mujeres (4.8%; Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz [INPRFM] et al., 2017). Además, se destaca que los adolescentes consumen en promedio 1.2 cigarrillos de marihuana por ocasión (Noh-Moo et al., 2023).

Se ha observado que el uso de drogas como la marihuana desencadena problemas en el núcleo familiar del consumidor, entre los que se encuentra la violencia intrafamiliar (Del hoyo-Bilbao et al., 2020). Se trata de un tipo de maltrato interpersonal repetitivo, efectuado entre uno o varios miembros del núcleo familiar, de los padres hacia los hijos o entre los cónyuges (Molla-Esparza y Aroca-Montolío, 2018). La violencia filioparental (VFP) es un tipo de violencia intrafamiliar caracterizada por un conjunto de agresiones físicas, psicológicas (verbales, no verbales o emocionales) y económicas del hijo/a hacia los progenitores (o quienes ocupen su lugar), con la intención de conseguir control, poder y dominio sobre ellos. Dichas agresiones se repiten de manera constante (Cottrell, 2001; Molla-Esparza y Aroca-Montolío, 2018).

Según Cottrell (2001) y Aroca et al. (2014) la violencia de tipo física se refiere a actos como puñetazos, empujones o patadas. La psicológica incluye, por ejemplo, intimidaciones o amenazas y también comportamientos verbales como insultos o gritos. La económica incluye actos como robar dinero, destruir la casa o incidir en deudas que los padres deben solventar. Mientras que el control, poder y dominio sobre los progenitores se refleja en comportamientos como insistir al padre o la madre en que dejen lo que están haciendo para satisfacer la demanda (Cano-Lozano et al., 2020). Autores como Contreras et al. (2020) han clasificado las conductas agresivas, según la intencionalidad de la agresión, en agresión reactiva o instrumental. La violencia reactiva se define por la ira y atribuciones hostiles y es una respuesta a una provocación previa, real o percibida. La violencia instrumental se refiere al uso de la agresión para adquirir lo que uno quiere obtener y esta agresión está vinculada fuertemente con los estilos de crianza de los progenitores (Cano-Lozano et al., 2020; Contreras et al., 2020).

En cuanto al estudio de las drogodependencias, investigaciones realizadas en adolescentes muestran que el consumo de drogas se asocia positivamente con la violencia filioparental, pues la agresividad, pérdida de control de los impulsos y de las emociones son los principales efectos (agresión reactiva) del uso y abuso de drogas, incluidos los efectos neurotóxicos y de abstinencia (Beckmann et al., 2017: Calvete et al., 2015; Cano-Lozano et al., 2020; Jiménez-García y Nava-Martínez, 2019; Pagani et al., 2004; Pagani et al., 2009). Otros estudios documentan que las conductas agresivas (usualmente de tipo instrumental) también pueden ocurrir en contextos en donde se busca conseguir dinero para obtener sustancias (Cano-Lozano et al., 2020; Contreras et al., 2020).

Estudios realizados en el contexto canadiense con adolescentes escolarizados (en muestras comunitarias) documentan que el consumo de drogas aumenta el riesgo de agresión verbal hacia el padre y la madre (Pagani et al., 2004; 2009). En el contexto alemán y español se identificó que el uso problemático de sustancias ilegales se correlacionó positivamente con la VFP de tipo física, verbal y psicológica, prediciendo la violencia física (Beckmann et al., 2017) y verbal (Calvete et al., 2015) solamente en los adolescentes masculinos. En estudios realizados con muestras forenses (adolescentes masculinos encarcelados) admitieron que las agresiones se habían producido bajo el efecto de las drogas (Armstrong et al., 2018).

Es importante mencionar que en muestras comunitarias, la cantidad de personas afectadas por el consumo de drogas tiende a ser bajo y por ende el poder predictivo también (Calvete et al., 2015; Simmons et al., 2018). Por otro lado, en muestras forenses, las tasas de uso de drogas son similares a las personas que han cometido un delito (Cano-Lozano et al., 2020; McManus et al., 2017; Simmons et al., 2018), lo que sugiere que el uso de sustancias puede ser parte de un patrón coexistente de comportamiento antisocial, en lugar de un factor causal particular en la violencia de los hijos hacia los padres (Calvete et al., 2015; Simmons et al., 2018). Esta situación también es sugerida por Biehal (2012) en su estudio realizado en Reino Unido mediante una muestra clínica, quien concluyó que la VFP puede ser una respuesta a la transmisión intergeneracional de la violencia familiar. Sin embargo, en cualquier caso existe evidencia que demuestra que el consumo de drogas modifica claramente la dinámica familiar y contribuye a la aparición de conflictos familiares (Cano-Lozano et al., 2020; Cottrell y Monk, 2004; Del hoyo-Bilbao et al., 2020).

En el estudio de las adicciones y la violencia filioparental hay aspectos pocos explorados, por ejemplo, la mayoría de las investigaciones se ha llevado a cabo en el contexto europeo y anglosajón, y dentro de los resultados se reporta una marcada relación con el consumo de drogas lícitas o ilícitas en general, sin especificar si correlaciona con algún tipo de sustancia en específico, o si la VFP es motivada por reacciones reactivas o instrumentales (Beckmann, 2017; Calvete et al., 2015; Cano-Lozano et al., 2020; Del hoyo-Bilbao et al., 2020; Simmons et al., 2018). En México, Canadá, Estados Unidos y América Latina existe escasa literatura sobre el tema (Armstrong et al., 2018; Ávila-Navarrete et al., 2021; Jiménez-García y Nava-Martínez, 2019; Noh-Moo et al., 2020; Pagani et al., 2009).

Durante la adolescencia existen altas probabilidades de incidir en el uso y abuso de marihuana, lo cual puede afectar el desarrollo biopsicosocial y familiar, ya que en esta etapa cualquier consumo se considera nocivo para la salud debido a la inmadurez fisiológica, metabólica y hormonal, y puede desencadenar situaciones de riesgo entre los integrantes del núcleo familiar, como la VFP.

El presente estudio representa una oportunidad para que el profesional de enfermería y disciplinas afines generen evidencia científica que, a futuro, sean las bases para el diseño de programas prioritarios preventivos del uso de marihuana y de este tipo de violencia. Por tal motivo el objetivo fue conocer la prevalencia de consumo de dicha sustancia en adolescentes de preparatoria y analizar la relación con la VFP.

MÉTODO

Diseño y participantes

Se trata de un estudio correlacional (Grove y Gray, 2019) en adolescentes de ambos sexos de entre 14 y 19 años de edad, estudiantes de preparatoria de Ciudad del Carmen, Campeche, México. El muestreo fue no probabilístico y el tamaño muestral fue integrado por 318 adolescentes, de los cuales 191 fueron hombres (60.1%), y 127 mujeres (39.9%), con una media de edad de 16.9 años (DE = 1.02). Respecto al estado civil, 88,4% son solteros, 4,1% casados, y 7,5% viven en unión libre.

Mediciones

Para este estudio se utilizó un cuestionario o cedula de datos sociodemográficos en el que se recopilaron datos como edad, sexo y estado civil, además de preguntar sobre las medidas de prevalencia del consumo de marihuana (alguna vez en la vida, en el último año, en el último mes y en los últimos siete días), así como la edad de inicio y la cantidad de consumo.

Para medir la violencia filioparental se utilizó la Escala Táctica de Conflicto (CTS2) – versión hijos a padres, de Strauss y Douglas (2004) y adaptada al español y al contexto mexicano por Gámez-Guadix et al. (2010) y grupo Lisis. La escala consta de 20 ítems, dividida en dos subescalas. La primera mide la violencia dirigida hacia el padre, y la segunda hacia la madre. Ambas subescalas contienen frases que describen situaciones vividas con los padres; se responden de forma independiente para la madre y el padre (10 ítems por progenitor). Un ejemplo es “grito o he gritado a mis padres”, con 5 opciones de respuesta de tipo Likert: 0 = nunca; 1 = pocas veces; 2 = algunas veces; 3 = bastantes veces, y 4 = muchas veces. Los ítems respecto al padre y la madre conforman tres factores. El primer factor es el denominado Violencia física y está conformado por los ítems 3, 4, 5 y 6; el segundo factor integra los ítems 1, 2 y 10 y se identifica como Violencia verbal, mientras que el tercer factor denominado Violencia económica la componen los ítems 7, 8 y 9 (14-15). Esta escala ha sido aplicada en población adolescente mexicana con un α de Cronbach de .74 (Noh-Moo et al., 2021).

Procedimiento

Una vez obtenida la aprobación de los comités de Investigación y de Ética en Investigación de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma del Carmen (UNACAR) con folio de registro E2023JN018, se procedió a la programación de los instrumentos a través de la plataforma Microsoft Forms. El proceso de invitación para participar en el estudio se llevó a cabo en las principales redes sociales (Facebook, Twitter, WhatsApp y Facebook Messenger) mediante una invitación abierta (con horario abierto). Adicionalmente, se recurrió a la invitación directa de algunos participantes y los muestreos se detuvieron hasta que se reunió la muestra establecida.

Se entregó de manera física y se envió por correo electrónico el asentimiento informado a los adolescentes participantes menores de edad, y el consentimiento a los adolescentes participantes mayores de edad. Al inicio de la encuesta se les explicó el objetivo de la investigación, además se les informó que su participación sería voluntaria, anónima y confidencial. Una vez aceptada la invitación para participar en el estudio, se proporcionaron las instrucciones de llenado en cada uno de los instrumentos. En caso de existir alguna incomodidad o inconformidad durante el proceso de captura de la información por parte de los participantes podían abandonar el proceso sin ninguna repercusión escolar o personal. Al finalizar el llenado de la encuesta, en la misma plataforma se mostró un mensaje de confirmación. Posteriormente se agradeció su participación y se les otorgaron los datos de contacto del autor principal, en caso de tener alguna duda. Por último, la información recolectada fue descargada de la plataforma para su resguardo en un medio físico y posterior análisis.

Plan de análisis

Se utilizó estadística descriptiva e inferencial a través de frecuencias, proporciones, medidas de tendencia central y de variabilidad. Se determinó que los datos no presentaron normalidad de acuerdo con la prueba de Kolmogorov-Smirnov con corrección de Lilliefors. Se aplicó Chi Cuadrada para comparar el consumo de marihuana por sexo. Para conocer la relación entre variables se empleó la prueba de Correlación de Spearman, y se aplicaron modelos de regresión múltiple para conocer el efecto del consumo de marihuana sobre la violencia filioparental (física, verbal y económica). El análisis estadístico se llevó a cabo utilizando el paquete estadístico SPSS versión 24 para Windows.

Consideraciones éticas

El presente estudio se apegó a lo establecido en el Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Investigación para la Salud (SSA, 2014); asimismo, se contó con la autorización del Comité de Ética y de Investigación de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma del Carmen (UNACAR). Se otorgó un asentimiento y un consentimiento informado al adolescente antes de contestar los instrumentos, para que sus respuestas no fueran influidas ni usadas en su perjuicio. Se especificó de manera clara el objetivo del estudio, que la participación sería confidencial, voluntaria y sin retribución económica o académica directa, y que no habría ninguna represalia en caso de que no desearan contestar.

RESULTADOS

La Tabla 1 muestra que el 13.8% de los adolescentes ha consumido marihuana alguna vez en la vida, mientras que el 10.1% continuó con el consumo durante el último año. Se estima que en promedio iniciaron a los 16.7 años (DE = 1.12), con 2.3 cigarrillos de marihuana (DE = 1.22) por ocasión de consumo. Por sexo, se encontraron diferencias significativas en la prevalencia de consumo alguna vez en la vida y en el último año, los hombres presentaron una mayor proporción de consumo (p < .05).

De acuerdo con el CTS2, los participantes tenían en promedio 3.3 puntos en la subescala de VFP dirigida hacia el papá (DE = 2.03), y destaca el factor de violencia verbal con 1.2 puntos (DE = 3.0). Mientras que los adolescentes obtuvieron 2.8 puntos en la subescala de VFP hacia la mamá (DE = 2.78), y destaca el factor de violencia verbal con 1.4 puntos (DE = 1.42). En ambas situaciones los hijos presentan mayor puntuación en violencia verbal.

Como se observa en la Tabla 2, los resultados señalan la existencia de una relación positiva moderada entre el consumo de marihuana y la violencia verbal (rs = .403, p < .05) y económica (rs = .595, p < .001) dirigida hacia la mamá. Mientras que, en el caso de los padres, el consumo de marihuana correlacionó con la violencia verbal (rs = .431, p < .001) y económica (rs = .551, p < .001).

Para conocer la influencia del consumo de marihuana sobre la VFP, se realizaron modelos de regresión lineal múltiple (se mantuvo constante la variable edad). Respecto al primer factor, el consumo de marihuana no tuvo efecto predictivo sobre la violencia física dirigida hacia las madres (B = -.081, t = -1.307, p = .381) y los padres (B = .032, t = -1.85, p = .854). Sin embargo, en la predicción de la violencia verbal (Tabla 3), el modelo hacia las madres tuvo un ajuste significativo (F = 3.269, p < .05), y mostró un efecto predictivo (B = 263; t = 2,174; p = .036) con una varianza explicativa de 15.4%. Una situación similar ocurrió con el modelo dirigido hacia los padres (F = 6.298, p < .05), donde el consumo de marihuana mostró efecto predictivo sobre la violencia verbal (B = ,438; t = 2,298;p = ,019) con una varianza explicativa del 15.1%.

En cuanto a la violencia económica, en la Tabla 4 se muestran los modelos significativos. En el caso de las madres (F = 7.410, p < .05) el consumo de marihuana reveló un efecto predictivo sobre este tipo de violencia dirigida hacia ellas (B = .575, t = 3.844, p = .001) con una varianza explicativa del 29.2%. En el caso de los padres (F = 5.233, p < .05), el consumo de marihuana logra explicar el 22.5% de la violencia ejercida hacia ellos (B = .527, t = 3.235, p = .003).

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

El estudio permitió documentar las prevalencias del consumo de marihuana en los adolescentes, así como analizar la relación del consumo de marihuana sobre la violencia filioparental.

Referente a las prevalencias, se determinó que el consumo de marihuana alguna vez en la vida y en el último año fueron más elevados, en comparación con lo reportado por la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (ENCODAT; INPRFM et al., 2017) en adolescentes de 12 a 17 años. De igual manera, las prevalencias del consumo en el último mes y en la última semana fueron superior al estudio efectuado por Noh-Moo et al. (2023) en adolescentes escolarizados de entre 12 y 19 años de edad.

Los incrementos de las prevalencias del consumo de marihuana podrían atribuirse a las características propias de la población, es posible que se deba a que México pasó de ser un país de trasiego a un país consumidor, aunado a la falta de políticas públicas, específicamente a la falta de estrategias para supervisar la venta a menores de edad. Actualmente existe una percepción generalizada entre los adolescentes de que la marihuana es fácil de adquirir, ello podría estar relacionado con la reciente legalización de su uso para fines terapéuticos y posiblemente en todo el país para el uso recreativo (Guzmán-Facundo et al., 2022; Velasco-Arellanes y Soto-Mendívil, 2018).

Respecto a las prevalencias del consumo de marihuana por sexo, sólo se encontraron diferencias significativas en la prevalencia de consumo alguna vez en la vida y en el último año, y fueron los hombres quienes presentaron mayor proporción de consumo. Estos datos van en línea con la literatura nacional y se han reportado con anterioridad, e indican que el consumo predomina en ellos (Guzmán-Facundo et al., 2022; Noh-Moo et al., 2023). Una posible explicación se puede dar desde un aspecto sociocultural, pues los varones perciben el uso de sustancias como sinónimo de fortaleza y hombría. Por otro lado, se ha observado que el pertenecer al sexo masculino está relacionado con una mayor exposición al consumo de drogas, además de la poca o nula percepción del riesgo por el uso de marihuana (Guzmán-Facundo et al., 2022), aunque cualquier cantidad de ingesta (en ambos sexos) durante la adolescencia se considera nociva para la salud (Velasco-Arellanes y Soto-Mendívil, 2018).

Un hallazgo a destacar en el estudio es que los adolescentes iniciaron a consumir marihuana antes de los 18 años de edad, y fuman alrededor de dos cigarrillos de marihuana por ocasión. Estos datos son similares a los reportados por el INPRFM et al. (2017) quien refiere que el inicio del consumo se presenta antes de alcanzar la mayoría de edad, sin embargo, en cuanto a la cantidad de ingesta por ocasión difiere con lo reportado por Noh-Moo et al. (2023), quien reporta una cifra menor. Lo anterior es preocupante, debido a que la evidencia científica señala que las personas que comienzan a consumir marihuana durante la adolescencia tienen entre cuatro y siete veces más probabilidades de desarrollar un trastorno por consumo de sustancias, generar dependencia e iniciar el uso de otras drogas ilegales en comparación con las personas adultas. En ese sentido, las estimaciones sugieren que cerca del 10% de las personas que consumen marihuana se volverán dependientes de la droga, y el porcentaje se duplica en quienes comienzan a consumir en la adolescencia (NIDA, 2020a).

Respecto a la relación del consumo de marihuana sobre la violencia filioparental, este estudio muestra como el consumo de marihuana en los adolescentes de bachillerato guarda relación con la misma, específicamente con la violencia de tipo verbal y económica. Lo anterior concuerda con diversos autores que destacan que el uso constante y desmedido de sustancias psicoactivas se relaciona positivamente con la VFP (Beckmann et al., 2017; Calvete et al., 2015; Del Hoyo-Bilbao et al., 2020; Jiménez-García y Nava-Martínez, 2019).

Los hallazgos también concuerdan con los estudios realizados por Armstrong et al. (2018) y Contreras y Cano (2015), quienes refieren que el uso de drogas por parte de los adolescentes puede ser fuente de conflicto entre padres e hijos, debido a que un porcentaje significativo de adolescentes que agreden a sus progenitores se encuentran bajo los efectos de la marihuana durante la agresión (Armstrong et al., 2018). El efecto que produce el uso frecuente de marihuana (Velasco-Arellanes y Soto-Mendívil, 2018) puede favorecer la desinhibición verbal y conductual que caracteriza a la violencia reactiva (Cano-Lozano et al., 2020) y que, como indican Pagani et al. (2009), en confrontaciones con el padre o la madre aumentaría la probabilidad de agresión, no sólo verbal sino también física. De igual manera, también existen conductas violentas instrumentales ejercidas principalmente para obtener dinero para obtener drogas (Contreras et al., 2020).

Además, el uso y abuso de marihuana durante la adolescencia puede afectar el desarrollo, la estructura y el funcionamiento cerebral, lo que repercute en el desarrollo conductual, cognitivo y socioemocional. Por ejemplo, el neurodesarrollo de la corteza prefrontal, el hipocampo y el cerebelo, estructuras encargadas de crear las conexiones para funciones como la memoria, el aprendizaje, la atención, la toma de decisiones, la coordinación, las emociones y el tiempo de reacción, pueden verse afectados y asociarse a comportamientos de riesgo como la VFP (Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades [CDC], 2021; NIDA, 2020b; Velasco-Arellanes y Soto-Mendívil, 2018).

Aunque fue baja, la varianza explicada obtenida en los modelos de regresión resultó significativa. En los modelos se encontró que el consumo de marihuana es predictor de la violencia verbal y económica hacia ambos progenitores. Estos resultados (además de ser consistentes con hallazgos previos), también apuntan a un uso reactivo e instrumental de la violencia contra ambos padres (Cano-Lozano et al., 2020; Contreras et al., 2020; Del hoyo-Bilbao et al., 2020). La presencia de violencia reactiva podría derivar de la dependencia de dicha sustancia, que genera un deseo compulsivo por la sustancia (para lograr un estado de euforia o high), a pesar de las consecuencias en la salud física y mental, y en el entorno familiar (Calvete et al., 2015). En la violencia instrumental, una posible explicación se deriva de la necesidad de obtener dinero de sus padres, dado que si son los proveedores del hogar y se niegan a proporcionarlo cuando el adolescente lo requiere para adquirir marihuana (y satisfacer la demanda del organismo), se pueden desencadenar discusiones y robos por parte del adolescente hacia sus progenitores (Calvete et al., 2015; Cano-Lozano et al., 2020).

También, es importante mencionar que las familias del contexto mexicano están sufriendo modificaciones en la dinámica familiar, específicamente en los estilos de crianza ejercido por los progenitores. El estudio efectuado por Sánchez-Adame et al. (2019) documenta que las familias mexicanas pasaron de ser tradicionales autoritarias (regidas por el padre) a familias democráticas (crianza y cuidados a cargo de ambos padres, pero hay falta de límites) y negligentes (pocas o nulas muestras de afecto y poco control de los progenitores sobre los hijos), situación que significa un riesgo para el adolescente ante los contextos de exploración y la toma de decisiones que se presentan en esa etapa (Cano-Lozano et al., 2020; CDC, 2021). En ese sentido, algunas conductas riesgosas como consumir marihuana pueden tener efectos adversos en la salud y el bienestar del adolescente y de los padres de familia (Del hoyo-Bilbao et al., 2020; CDC, 2021).

A pesar de los interesantes hallazgos expuestos, el presente estudio puntualiza diversos aspectos que se deben considerar en futuras investigaciones. Por un lado, el diseño transversal dificulta conocer la dirección de las relaciones entre las variables, por lo que se sugiere replicar el trabajo con métodos longitudinales que permitan evaluar las trayectorias de las variables e integrar otros aspectos como los rasgos de personalidad, estilos parentales y el estrato socioeconómico. Por otro lado, la VFP se evaluó mediante un cuestionario virtual de autoinforme, el cual puede estar asociado a sesgos potenciales como el de deseabilidad social. Por lo tanto, los estudios futuros deberán aumentar el tamaño de la muestra y conocer la percepción diada hijo-progenitores.

Finalmente, los resultados indican que la implicación del uso de marihuana en adolescentes se relaciona con la violencia de tipo verbal y económica hacia ambos progenitores, lo que pone de manifiesto que el consumo de esta sustancia a temprana edad puede afectar la salud y calidad de vida de los adolescentes y padres de familia. Ante esto, es fundamental intervenir de manera oportuna en la prevención del consumo de sustancias en los adolescentes y diseñar estrategias para la integración del núcleo familiar (adolescentes y progenitores), debido a que la familia es la principal estructura de la sociedad para establecer estilos de vida saludables y prevenir conductas de riesgo, como el inicio del consumo de marihuana a temprana edad.

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