Artículo original
Gildardo Bautista Hernández 1 , Abigail Techalotzi Amador 1 , José Ángel Vera Noriega 2 , Jesús Tánori Quintana 3
1 División de Ciencias de la Salud. Universidad Intercultural del Estado de Puebla. Puebla, México.
2 Coordinación en Desarrollo Regional. Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A.C. Sonora, México.
3 Departamento de Educación. Instituto Tecnológico de Sonora. Sonora, México.
Autor de correspondencia: Gildardo Bautista Hernández. Calle Principal a Lipuntahuaca s/n, Lipuntahuaca, Huehuetla, Puebla, México. C. P. 73475. Correo electrónico: gildardo.bautista@uiep.edu.mx. Tel.: 52-662-2437963.
Introduction: the prevalence and probability of being a risk alcohol consumer changes in relation to certain sociodemographic variables, for instance: sex, living in an urban or rural context, and belonging to an indigenous ethnic group. In addition, there is evidence that alcohol consumption is a trigger for general aggression and sexual disinhibition in young people. It is relevant, then, to carry out a study on alcohol consumption in this age group.
Objective: to determine the amount of alcohol consumption and the amount of dating violence, as well as the correlation between both elements in university students belonging to native people.
Method: quantitative, correlational, cross-sectional study. 477 students from the Intercultural University of the State of Puebla participated: 76.3% women and 23.7% men.
Results: the correlation between alcohol consumption and dating violence was significant; however, the correlation between alcohol consumption and cyberbullying, harassment, surveillance and domination was low.
Discussion and conclusions: it is confirmed that there is a correlation between alcohol consumption and dating violence. It is also concluded that other variables, such as parenting styles and economic factors potentiate dating violence related with the socio-culture of university students can be added.
Key words: alcohol consumption, courtship, violence.
Introducción: la prevalencia y probabilidad de ser consumidor de alcohol de riesgo cambia con relación a ciertas variables sociodemográficas, como el sexo, vivir en un contexto urbano o rural, y pertenecer a una etnia indígena. Además, existe evidencia que el consumo de alcohol es un detonante de agresiones en general y desinhibición sexual en jóvenes. Es relevante, entonces, llevar a cabo un estudio sobre el consumo de alcohol en este grupo etario.
Objetivo: determinar el nivel de consumo de alcohol y el nivel de violencia en el noviazgo, así como la relación entre ambos elementos en estudiantes universitarios pertenecientes a pueblos originarios.
Método: estudio cuantitativo, correlacional, de corte transversal. Participaron 477 estudiantes de la Universidad Intercultural del Estado de Puebla: 76.3% de la muestra son mujeres y 23.7% hombres.
Resultados: la correlación entre el consumo de alcohol con la violencia ejercida en el noviazgo fue significativa. Sin embargo, las relaciones fueron bajas entre el consumo de alcohol y el ciberacoso, acoso, vigilancia y dominación.
Discusión y conclusiones: se confirma la existencia de la relación entre el consumo de alcohol y la violencia en el noviazgo. Se concluye, además, que se pueden sumar otras variables, como los estilos de crianza y factores económicos que tengan que ver con la sociocultura de los jóvenes universitarios que potencializan la violencia en el noviazgo.
Palabras clave: consumo de alcohol, noviazgo, violencia.
Introducción
La adolescencia es una etapa de la vida que, de acuerdo con la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS, s/f), sucede entre la infancia y la adultez, de los 10 a los 24 años. Su duración es variable, depende de factores culturales y sociales, y es en esta etapa donde los jóvenes empiezan a tomar sus propias decisiones (Donas, 1998).
Durante la adolescencia, los jóvenes se exponen a riesgos que pueden perjudicar su desarrollo físico y psicosocial pleno. Uno de estos riesgos es el consumo de alcohol en su modalidad de abuso como conducta de riesgo, debido a que el alcohol es una sustancia psicoactiva, depresora del sistema nervioso y con capacidad de causar dependencia (Donas, 1998).
El abuso en el consumo de alcohol es considerado por los expertos como el problema principal de drogadicción en varios países, y se han identificado factores relacionados al consumo de riesgo entre los que destacan la edad, sexo, grupo étnico, religión, nivel educativo, nivel socioeconómico, ocupación y grado de urbanización, al igual que factores de conducta como experiencias en la infancia y el contacto con personas consumidoras y no consumidoras. Respecto a las causas sociales, se señalaron diversos elementos que causan ansiedades y conflictos individuales, y que el alcohol permite reducir la tensión y la ansiedad. Sin embargo, el consumo excesivo puede provocar también el efecto contrario (Berruecos, 2017).
A este respecto, el alcohol se identifica como una de las sustancias más adictivas y consumidas a nivel mundial. El consumo de riesgo es un problema presente en adultos y jóvenes, estos últimos más vulnerables. De acuerdo con los datos obtenidos por Medina-Mora (2012) a partir de la Encuesta Nacional de Adicciones (ENA, 2011), la droga de mayor consumo es el alcohol: 71.3% de las personas encuestadas mencionaron haber consumido alcohol alguna vez en su vida, 51.4% en el último año y 31.6% en el último mes. En cuanto al consumo dividido por sexo, la prevalencia de consumo de alguna vez en la vida en los hombres pasó de 78.6% en 2002 a 80.6% en 2011, y en las mujeres de 53.6% a 62.6% respectivamente. En el caso de la dependencia al alcohol, esta incrementó de 4.1% en 2002 a 6.2% en 2011 (De San Jorge-Cárdenas et al., 2016).
Un estudio más reciente realizado por González-Cantero et al. (2020) confirma lo antes mencionado, y reveló que el 100% de sus participantes aceptaron haber consumido bebidas alcohólica alguna vez en su vida; el 100% reportó consumo de alcohol en los últimos 12 meses; el 45.7% refirió haber bebido una copa o cerveza completa de dos a tres veces en el último mes; 35.8% una o más veces en la última semana; 13.3% una vez en el último mes; y solamente un 5.2% no bebió en el último mes (Salazar et al., 2019). En cuanto a la población universitaria de México, 41.5% ha consumido alcohol, 51.6% para hombres y 33.1% en mujeres. Además, el 55.1% son consumidores frecuentes, y un 5.3% son consumidores problemáticos, ya que presentan mayores síntomas de dependencia y consumo abusivo (Cortés et al., 2021).
Los efectos sociales por el aumento de la prevalencia de consumo son diversos, pero cabe destacar que el nivel de consumo incrementó significativamente la probabilidad de cometer agresión física o sexual. Concretamente, un nivel elevado de consumo aumentó entre dos y tres veces el riesgo de agresión física o sexual tanto para hombres como para mujeres (Muñoz-Rivas et al., 2010).
En lo que respecta a la violencia en sus diversas modalidades, esta corresponde a una de las principales problemáticas de socialización en jóvenes adolescentes (Martínez et al., 2014); fenómeno que en la actualidad se ve favorecido por la globalización, la tecnología y el surgimiento de nuevas formas de relacionarse. Para Guerra et al. (2011), la violencia se define como una conducta intencionada mediante la cual se causa un daño, ya sea por acción u omisión. De este modo, la violencia en el noviazgo corresponde a la aparición de este tipo de conductas en la relación, conducta que puede ser ejercida o padecida, ya sea de forma física, sexual, verbal o social (Krug et al., 2002).
De acuerdo con los datos obtenidos del Informe operativo de la Encuesta Nacional de Violencia en las Relaciones de Noviazgo 2007, realizada por el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI, 2008), se encontró que en las relaciones de noviazgo que establecen las y los jóvenes entre 15 y 24 años, existen expresiones de violencia de diferentes tipos y grados. En el caso de la violencia física, esta fue reportada por el 15% con al menos un incidente en el noviazgo actual, y 76% padeció violencia psicológica.
Como sugieren las estadísticas, el maltrato predominantemente es de tipo emocional: se experimentan amenazas de terminar la relación constantemente, descalificaciones y celos excesivos. En estas situaciones, el problema no se detecta debido a la ausencia de golpes físicos, de manera que las conductas de violencia psicológica se perciben como muestras de cariño (Martínez et al., 2014).
En vista de la magnitud que ha alcanzado este problema, se han identificado factores que aumentan el riesgo de padecer violencia en el noviazgo, como el consumo de alcohol (Barradas et al., 2019). Algunos estudios han planteado que estas dos problemáticas se relacionan en el sentido de que el consumo de alcohol puede incrementar la probabilidad de manifestación de conductas agresivas en las relaciones de noviazgo, y también es posible que las relaciones de noviazgo violentas incrementen el consumo del alcohol (Muñoz-Rivas et al., 2010).
Guzmán et al. (2009) mencionan que, si bien el consumo de alcohol se ha vinculado con distintas problemáticas, la violencia se encuentra entre las principales, seguida de los accidentes, homicidios, enfermedades y lesiones infligidas. Esto puede tener origen en un mecanismo de liberación provocado por la embriaguez, que propicia ataques de violencia o agresividad, facilita las conductas impulsivas e incluye los malos tratos.
Para explicar la relación entre el consumo de bebidas alcohólicas y la violencia, se señala que el alcohol puede incrementar la agresión a través de su efecto psicofarmacológico directo sobre los procesos atencionales, interpretativos o de toma de decisiones complementarias a las explicaciones que se basan en el efecto farmacológico directo (Alegría & Rodríguez, 2015). Esto tiene consecuencias a corto y largo plazo para la salud de las víctimas, ya que la probabilidad de emplear diferentes tipos de agresión en sus relaciones de noviazgo tanto por hombres y mujeres adolescentes, está ligada con el nivel de consumo de bebidas alcohólicas (Muñoz-Rivas et al., 2010; Ramírez & Núñez, 2010).
El consumo de riesgo de alcohol no solo favorece el desarrollo de conductas antisociales, sino que también disminuye la habilidad de los adolescentes para reconocer las consecuencias negativas de un comportamiento abusivo y obstaculiza el desarrollo de habilidades de comunicación interpersonal (Díaz & Moral, 2018). Además, este consumo se asocia a una menor calidad de vida y bienestar psicosocial, bajo rendimiento académico, deserción escolar, embarazo precoz y transmisión de enfermedades sexuales (Telumbre et al., 2020).
Por lo anterior, puede decirse que el consumo de alcohol y la violencia se relacionan habitualmente y podrían compartir el mismo mecanismo explicativo subyacente (Muñoz-Rivas et al., 2010). Sin embargo, algunos hallazgos sugieren que esta relación podría diferir entre distintos contextos nacionales donde la asociación entre varios comportamientos de riesgo, como el abuso de alcohol y la violencia, varía en función del entorno cultural dependiendo de las características de cada país (Eisner, 2002). Más específicamente, se ha informado que la relación entre consumo de alcohol y agresión en el noviazgo difiere entre diversos contextos nacionales.
Las explicaciones teóricas que podrían dar cuenta de estos hallazgos son diversas. En consecuencia, el consumo de sustancias y violencia en el noviazgo podrían constituir dos facetas de un patrón más generalizado de conductas de riesgo (Jessor et al., 2003). Uno de los motivos por los que se propone este estudio es debido a que no se han realizado estudios de esta naturaleza en la región, por lo que es necesario establecer una aproximación para entender las particularidades del contexto y sus implicaciones, esto como primer paso en la identificación de características que posibiliten la intervención psicoeducativa contextualizada y así la prevención de daños. También es necesario indagar la relación entre el consumo de riesgo de alcohol y las relaciones de noviazgo entre los estudiantes que pertenecen a pueblos originarios. Esta relación es interesante ya que ocurre en un contexto en el cual no existe el monitorio de los padres, puesto que muchos de los estudiantes migran para establecerse cerca de la universidad, es decir, abandonan el nicho familiar.
A partir de lo anterior, el objetivo del estudio fue determinar la relación entre el consumo de alcohol y la violencia en el noviazgo en estudiantes universitarios pertenecientes a pueblos originarios
Método
Diseño de estudio
De tipo cuantitativo, correlacional y de corte transversal, debido a que se trató de cuantificar el riesgo de consumo de alcohol y se correlacionó con la violencia perpetrada en el noviazgo, en un solo momento.
Participantes
De manera no probabilística, participaron 477 estudiantes de la Universidad Intercultural del Estado de Puebla ubicada en la sierra nororiental de Puebla, México. 76.3% de la muestra son mujeres y 23.7% hombres. La media de edad fue de 20.89% con una desviación estándar de 3.38%. El 89.5% de los estudiantes son solteros, 5.9% están en una relación de unión libre, 2.3% casados y 2.1% están separados. 60.6% de los participantes habla alguna lengua originaria, Tutunakú (30.4%), Ngigua (19.5%) y Náhuatl (10.1%). En relación con la licenciatura de adscripción, el 40.3% pertenecen a Lengua y Cultura, el 31.7% a Enfermería, 13.8% a Derecho con Enfoque Intercultural, 5.9% a Agronomía y Zootecnia, 4.8% a Turismo Alternativo y 3.6% a Desarrollo Sustentable. El 37.7% son de tercer semestre, el 35.6% de quinto, el 15.5% de séptimo y el 11.1% de primero.
Instrumentos
Se construyeron preguntas de contexto e individuales (edad, sexo, estado civil, lengua originaria, semestre, licenciatura y unidad académica).
Se utilizó el Cuestionario AUDIT (Alcohol Use Disorders Identification Test) elaborado y actualizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1992 con 10 preguntas para analizar el consumo excesivo de alcohol, y como un apoyo para la detección del consumo de alcohol. Para determinar el formato de intervención, a cada respuesta se asigna una puntuación especifica que, posteriormente, se suma y se ordena según el puntaje en niveles de riesgo a los participantes, en el siguiente orden: riesgo bajo (0-7 puntos), riesgo medio (8-15 puntos), riesgo alto (16-19 puntos) y probable adicción (20+ puntos; Babor et al., 2001).
Diseñada y validada por García-Carpintero et al., (2018) consta de 32 ítems, constituida por dos subescalas que miden la violencia ejercida y padecida por parejas de jóvenes universitarios/as. Solamente se utilizó en su forma de violencia ejercida. La violencia ejercida: «yo lo he hecho»; tiene seis opciones de respuesta (0: nunca; 1: alguna vez; 2: más de tres veces; 3: más de cuatro veces; 4: más de 10 veces; 5: siempre, de forma habitual). La confiabilidad obtenida con el método de alfa de Cronbach fue de .90.
Procedimientos
Si bien al inicio el levantamiento de datos se planeó de manera presencial, un cambio del semáforo epidemiológico a rojo en el estado de Puebla obligó a proseguir de la siguiente manera: se solicitaron permisos a los directores de las divisiones de la Universidad Intercultural del Estado de Puebla para que el instrumento pudiera ser auto aplicado a distancia por los estudiantes de la universidad mediante la plataforma Google Forms. La invitación a contestar el instrumento se socializó mediante los jefes de grupo, previa solicitud de colaboración de los directivos de cada programa de estudios.
Por medio de la plataforma de Google Forms se generó una base de datos en Excel, misma que se trasladó al programa SPSS v25. En este programa se obtuvieron los puntajes de las variables y se realizaron estadística descriptiva y pruebas de hipótesis no paramétricas. La prueba de comparación fue a través de la U de Mann-Whitney. Las correlaciones se calcularon mediante la correlación Rho de Spearman. Los valores de r de 0.1 a 0.3 se consideran bajos o débiles; de 0.4 a 0.6, moderados; de 0.7 a 0.9 fuertes, y r > 0.9 expresan una correlación perfecta. Además, se acompaña con la significancia estadística expresado por un valor de p < 0.05 (Rivera & García, 2012).
Consideraciones éticas
Se siguieron los lineamientos del código ético de investigación en salud. Las y los estudiantes otorgaron un consentimiento informado antes de contestar los instrumentos. Se especificó de manera clara el objetivo del estudio, que la participación sería confidencial, voluntaria y sin retribución económica o académica directa, que no habría ninguna represalia en caso de que no desearan contestar. Aunque el proyecto no fue revisado por un comité de ética, las autoridades de la dirección de Investigación y Posgrado de la universidad revisaron y estuvieron de acuerdo con la realización del estudio.
Resultados
Prevalencia del consumo de alcohol
De los 477 estudiantes, 270 (56.6%) nunca han consumido alcohol; 171 (35.5%) lo hicieron una vez al mes o menos; 31 (6.5%) de 2 a 4 veces al mes, y 5 (1%) lo hicieron de dos a tres veces a la semana. Respecto al nivel de riesgo en el que se encuentran los estudiantes, 441 se ubicaron en riesgo bajo, 30 en riesgo medio, 2 en riesgo alto y 5 en probable adicción. Finalmente, la comparación del nivel de riesgo de consumo entre los estudiantes que hablan una lengua indígena y aquellos que no, no presento diferencias estadísticamente significativas (X2 = 6.92; p = 0.07), aunque existe un mayor número de estudiantes no hablantes de lenguas indígenas en el nivel de riesgo alto y probable adicción.
Violencia ejercida en el noviazgo
Como se puede ver en la Tabla 1, se registraron medias más altas en la dimensión de vigilancia y ciberacoso. También se encontraron valores máximos arriba de tres, lo que quiere decir que en todas las dimensiones de la violencia existen estudiantes que han realizado este comportamiento durante su noviazgo. Con base a las medidas de forma, se tomó la decisión de realizar pruebas no paramétricas ya que existe una tendencia marcada al sesgo en el conjunto de datos.
De manera complementaria se realizó un análisis de comparación de las dimensiones de la violencia ejercida entre hombres y mujeres. Se utilizó la prueba de U de Mann-Whitney, que registró diferencias en tres de las variables: acoso, vigilancia y ciberacoso. En el caso de los hombres, tienen un rango promedio mayor en las variables de acoso y vigilancia, mientras que las mujeres tienden mayormente a realizar actos de ciberacoso (ver Tabla 2).
Consumo de alcohol y violencia ejercida
Por otra parte, en la Tabla 3 se puede ver que, al realizar una correlación entre los puntajes en el consumo de alcohol con las diferentes dimensiones de la violencia ejercida en el noviazgo, se encontraron relaciones significativas pero bajas entre el consumo de alcohol y el ciberacoso, acoso, vigilancia y dominación.
DISCUSCIÓN Y CONCLUSIONES
Respecto al porcentaje de prevalencia de estudiantes pertenecientes a pueblos originarios que han consumido alcohol, los resultados están por debajo de los porcentajes reportados en la mayoría de los estudios realizados con estudiantes universitarios en los últimos años, pues en dichos estudios la prevalencia de consumo oscila entre 51% y 60% (Telumbre et al., 2020). La comparación con estos reportes permite mencionar que durante el confinamiento la prevalencia de consumo de alcohol disminuyó.
Lo mismo ocurre con el nivel de riesgo en el cual se encuentran los estudiantes (Cortés et al., 2021; González-Cantero et al., 2020; Nava et al., 2021). Por ejemplo, en estudiantes universitarios de Campeche, México se encontró que el 32.9% se situó en consumo sensato (Telumbre et. al, 2020).
Respecto al nivel de riesgo de consumo comparado entre los estudiantes que hablan una lengua indígena y aquellos que no la hablan, aunque existe un mayor número de estudiantes no hablantes en el nivel de riesgo alto y probable adicción, esto debe analizarse en futuras investigaciones, dado que no existen, hasta donde se pudo constatar, estudios sobre consumo de alcohol en estudiantes hablantes de una lengua originaria. Los datos actuales sirven para crear un modelo predictivo de la dependencia al alcohol (Moreno-Méndez et al., 2019).
En cuanto a la variable relacionada con la violencia ejercida en el noviazgo, esta coincide con la hipótesis de que las nuevas tecnologías facilitan diversas formas de ejercer violencia, entre las cuales, la vigilancia y ciberacoso (Smith et al., 2018) han mostrado una alta frecuencia en la población de jóvenes y adolescentes. Esto las convierte en una extensión de la violencia ejercida cara a cara, por lo que es necesario realizar investigaciones que apunten a esta línea que ha sido poco explorada en poblaciones indígenas (González et al., 2020). En una revisión sistemática, realizada por Esquivel-Santoveña & Osio, (2019) se encontraron únicamente 11 trabajos sobre la violencia en pareja en poblaciones indígenas, y ninguno trataba específicamente el tema de la violencia en el noviazgo.
De manera complementaria, a pesar de que las diferencias encontradas en los puntajes entre hombres y mujeres son significativas, también son bajas. Podrían interpretarse como la existencia bidireccional de esta conducta (Espinobarros-Nava et al., 2018), donde las diversas formas en que se practican las relaciones amorosas actuales, ya sean hetero, homo o bisexuales, tendrían un papel importante, sin embargo, esta diferencia ha sido poco estudiada (Rojas, 2021). Las jóvenes presentan mayor victimización que perpetración, y las formas de victimización en las jóvenes se superponen en diferentes expresiones de violencia de pareja (Cuevas et al., 2014). Adicionalmente, ambos sexos idealizan la violencia con base en el amor romántico, lo que permite establecer entre ellos roles de dominación en uno y de sumisión en el otro (Soldevila et. al, 2012).
Respecto a las diferencias en cuanto al tipo de violencia perpetrada en el noviazgo, las mujeres ejercen mayor perpetración de tipo psicológico y físico, mientras que los hombres tienen tasas más altas de violencia sexual. Adicionalmente, la perpetración de las jóvenes está vinculada a violencia verbal y psicológica incluyendo insultos, manipulación, control asociado a celos, falta de habilidades de comunicación, desconfianza y traición (Lessinger et al., 2020).
En cuanto a la relación entre los puntajes en el consumo de alcohol con las diferentes dimensiones de la violencia ejercida en el noviazgo, estos confirman que existe una relación entre el consumo de alcohol y la violencia en el noviazgo, y que podrían compartir el mismo mecanismo explicativo subyacente (Eisner, 2002; Muñoz-Rivas et al., 2010). Sin embargo, existen datos que indican que la violencia en el noviazgo tiene un origen intergeneracional que el adolescente reproduce como consecuencia de lo aprendido en el contexto familiar, y que posteriormente transfiere a los contextos extrafamiliares y a sus relaciones íntimas (Faias et al., 2016).
Finalmente, el consumo de alcohol puede ser una variable subyacente, ya que según los datos encontrados por Martínez-Godínez et al. (2020) en un estudio reciente, los jóvenes que experimentan violencia psicológica tienden a consumir entre tres y cuatro bebidas alcohólicas en un día. Al consumir alcohol se afectan los procesos mentales, lo que crea signos y síntomas como fatiga, ansiedad, agitación, irritabilidad, deterioro de la capacidad para razonar y descoordinación muscular, entre otros, que afectan su manera de actuar ante una agresión verbal, física o sexual por parte de su pareja.
FINANCIAMIENTO
La investigación de este artículo contó con el financiamiento del Programa para el Desarrollo Profesional Docente (PRODEP), por medio de la Incorporación a Nuevo Profesor de Tiempo Completo (UIEP-PTC-052).
CONFLICTOS DE INTERÉS
Los autores declaran no tener conflictos de interés.
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos a las y los estudiantes que participaron en este estudio, así como a la Universidad Intercultural del Estado de Puebla por todas las facilidades prestadas.
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